Europa no puede ser la excusa
El pasado 12 de enero, se publicó en el periódico El País el siguiente artículo de Natalia Fabra.
Las buenas soluciones parten de un buen diagnóstico. La electricidad en España no es cara porque haga frío, porque hayan subido los precios del gas y de los derechos de emisión. No lo es tampoco porque haya podido haber manipulación de los precios del mercado eléctrico (cuestión pendiente de investigar por la CNMC). El frío, el encarecimiento del gas y del CO₂ y los comportamientos estratégicos agravan el problema. Pero el problema persistiría sin ellos.
La razón de por qué en España pagamos por la electricidad más de lo que debería ha de buscarse en la regulación, que paga a precio de gas la producida en centrales nucleares e hidroeléctricas. Este fenómeno, que no se circunscribe solo a estos días de frío y nieve, podría haber generado una sobre-retribución superior a los 2.000 millones de euros de media al año desde 2006, cuando el Gobierno ya constató que nucleares e hidroeléctricas, en su conjunto, habían recuperado sus inversiones a través de diversos pagos regulados que además garantizaban su rentabilidad.
¿Es esta la única razón del alto precio de la electricidad en España? Ciertamente no. En el mal llamado “mercado libre”, la falta de competencia entre los comercializadores les permite sumar un margen del 17% sobre los precios del mercado mayorista. ¿Añaden los comercializadores algún valor al suministro eléctrico que justifique tales márgenes? En el ámbito de las renovables, las cosas podrían haberse hecho mejor, pero no son ellas las únicas causantes del alto precio de la electricidad en España. Recientemente, el Gobierno ha propuesto repartir las primas de las renovables históricas entre todos los consumos energéticos. A falta de una mejor reforma fiscal, esta medida puede ser un aliciente para la electrificación, pero no reducirá el verdadero coste del suministro eléctrico, que será diluido con otros consumos energéticos. Quitará sin embargo presión a la necesaria reforma eléctrica, tal y como ocurriría con una rebaja del IVA a la electricidad.
¿Soluciones? Crear una comercializadora pública difícilmente solucionará el problema si tiene que seguir pagando la producción nuclear e hidroeléctrica a precios de gas. ¿Incrementar el peso de las renovables? Sin duda contribuirá a reducir la sobrerretribución de nucleares e hidroeléctricas. Pero la transición energética llevará tiempo, y la competitividad de nuestras empresas y la renta de nuestras familias no pueden permitirse seguir pagando tal sobrecoste otros 10 años más.
Hay soluciones regulatorias, compatibles con las directivas europeas, que nos permitirían pagar la electricidad a su coste, ni un euro más ni menos. En Francia, la nuclear es retribuida a un precio fijo que cubre sus costes medios. En España, las nuevas renovables competirán por percibir un precio fijo por su producción, que será liquidado contra el precio del mercado eléctrico a favor de los consumidores. En 2005, el Libro Blanco de la generación eléctrica ya propuso soluciones similares para nucleares e hidroeléctricas que nos hubieran ahorrado, desde entonces, varios miles de millones. Europa no se va a oponer a una reforma justificada que haga converger precios y costes de la electricidad, una reforma que aumentaría la competitividad y que contribuiría a la transición energética. Europa nunca puede ser la excusa. Tampoco en la cuestión eléctrica.